domingo, 24 de septiembre de 2017

Albaricoques-Ronda-Setenil de las bodegas

Miércoles

Albaricoques despierta como el pueblo pequeño y tranquilo que es. He podido oír gallinas en los corrales y perros que ladran lejanos. O el tañir de la campana Hacía años que no escucha esas tres cosas, y menos, tan integradas y juntas en el tiempo.Que no se pierda tomar el pulso a los pueblos, tienen tanto de ancestral como el pan de verdad. Hoy me espera una tirada de tipo medio, de unos 350 Km. Desde el pueblito perdido hasta Ronda. Sobre las me levanto, he dormido bien. Se descansa bien en este hotel, lo que convierte al lugar en recomendable. El día promete bueno climatologicamente y la ruta iba a ser, en principio, de trámite, con mucha autovía. Me había marcado algunos hitos como "posiblemente visitables"; las cuevas de Nerja y el Caminito del Rey. Pero equipado de esa guisa, con mi traje de faena, que hace cualquier visita incómoda, desistí.


Tirada del Miércoles por la mañana.



Ronda aún guarda mucho del encanto con el que se toparon
 los viajeros románticos del Siglo XIX.

Vista del casco viejo de Ronda, desde uno de sus miradores
 más emblemáticos, el que puede verse arriba.




Al final, me iba a emplear una mañana. Es un ramal de la autovía que va desde Almería hasta Málaga que el GPS no tenía en su base de datos y en empeñaba en mandarme por Granada. El trayecto en sí no tiene nada de especial. Me regocija confirmar que Málaga es una provincia verde, en claro contraste con es aspecto seco y áspero del desierto vecino. Llegando a Ronda el cuerpo se quejaba resignado. Entro en sus calles sobre las 15:15. El GPS me clava en mi hotel. Mi primera impresión es que la habitación entra dentro de mi categoría de "agujero". Estrecha, incómoda, con una miserable ventana que daba a un patio de luces interior. Pero bueno, por 25€ no podemos pedir mucho más. La ciudad me brinda un bonito paseo por su casco antiguo y alguna escapada con la moto por sus adelaños también. Es bonita de veras y tiene panorámicas impagables. Le observo a un italiano que se está haciendo fotos junto a su mujer que esa vista me evocaba a una Toscana, pero a la española. El hombre asiente, aunque con las reservas del que opina en el fondo que nada es comparable aquella. No sé, mi salida motera de hoy me sugiere que si no supera en belleza a la región italiana, juegan en la misma división. Pero ayer sólo lo intuía. Por lo demás, me abruma verme rodeado de hordas de nipones fotografiando hasta el último rincón de cualquier esquina. Parece que más bien escanean la ciudad. A veces me descubro fantaseando en la cantidad de veces que apareceré de comparsa en las fotos de estos turistas voraces. Paseo por la ciudad y me vuelvo a mi madriguera sobre las 19:30. Es la hora en la que oscurece y me recojo. El agujero es pequeño e incómodo pero cumple los estándares y puedo descansar. Antes de dormirme, pronto porque estoy rendido por la tirada de la mañana, señalo en el mapa un pueblecito que también había proyectado por una sugerencia y decido reservar en un hotel de algo más de categoría y comodidad. El pueblecito de marras, Setenil de las bodegas. lo había visto en fotos y me había seducido con su porte de postal. Pensé además, que al estar enclavado en plena serranía de Ronda, me permitiría dar algún garbeo con la morena. Así, mi tirada del día siguiente será un paseo triunfal y me permitirá integrarme en el interior de la comarca, esa que tan buenas referencias trae en las guías de rutas moteras.

Jueves





martes, 7 de marzo de 2017

Alicante-Los albaricoques



Lunes

Y por fín llegó el día. Llevo dos noches durmiendo regulero. Es el anticipo del viaje que, por lo visto, también me produce estrés. Desayuno con Patri en nuestro bar emblemático y tras ultimar todo remoloneo con la esperanza de que un libro, que voy a usar como fuente de información en este viaje, llegue a las oficinas de SEUR. Fue una compra de última hora que no pude recibir el sábado. Y suena la flauta!, mientras estoy acabando de organizarlo todo recibo el deseado mensaje. Y no defrauda. Es un ejemplar que incluye toda la historia de rodajes, anécdotas y localizaciones de la trilogía del dollar. Pues eso he venido a ver por Cabo de Gata. A buscar al hombre sin nombre...

La ruta comieza ventosa y desapacible e irá mejorando hasta disfrutar de una jornada primaveral, la que más se disfruta en moto. Aunque doy algo de rodeo hasta mi destino final, me desvío hacia Águilas para hacer la ruta costera que llega hasta Carboneras, por el litoral de Cabo de Gata. Sigo la ruta que nombra Pardo en su Guía del mototurista por España. No defrauda pero tampoco es de las que más me ha sorprendido. Transcurre sinuosa por parajes del desierto Almeriense, en su linde mediterráneo. El firme está en buen estado y apenas hay nadie circulando, salvo alguna errática autocaravana de guiris. Ah! ellos sí que saben. Tampoco me impacta Mojacar. Y eso que venía en la Guía Oficial de Pueblos Bonitos de España. Parece un Benidorm Andaluz. Igual porque no he subido a su casco antiguo.

Morena contemplando el mediterráneo.


El toro contempla la luna y morena, el sol.


A mí me gustan las pastillas; rojas, verdes y amarillas.





En las cercanías de Nijar el paisaje se torna de invernadero y me zambullo en ese mar de plástico visible desde el espacio. Mucho subsahariano en bici, en grupos, saliendo de esos hornos. Me cruzo con su campo de refugiados, porque no tiene otro nombre. Estas personas viven en condiciones infrahumanas alrededor de sus trabajos precarios. No fotografío nada de eso porque me parece obsceno retratar la pobreza pero me impacta en cierta manera y quiero expresar su denuncia.

Conforme me acerco a Los Albaricoques, pueblo donde me dirijo a trasnochar, el paisaje vuelve a tornarse más virgen y agradecido. Es un pueblo pequeño, que es fácil de asimilar como el pueblo de Aguas Calientes que imaginó Sergio Leone para su Western. Verdaderamente el lugar, genuino en su fisonomía, te retrotraía a los pueblos Mexicanos de la frontera. Tengo el hotel pagado ( 27 € ) y descubro, con inmensa satisfacción, que es una habitación tranquila y limpia. El encargado me ofrece algo de información. estoy excitado pues sé que por las inmediaciones se encuentran algunas de las localizaciones que he venido a buscar. Principalmente de "La trilogía del dolar". Tras despojarme de la impedimenta motera, incómoda por demás, me visto de vaquero y me lanzo con mi morena a hollar estas tierras.

La tarde se ha transformado en un espectáculo radiante de naturaleza próxima a eclosionar. Una brisa tibia. Me recuerda que ha merecido la pena el trayecto que, al final me ha sumado unos 300 km. pero con algunas paradas y desvíos. Así, un cartel marca a la salida del pueblo la dirección del Cortijo del Fraile, primer Hito cinematográfico que quiero visitar. estoy ansioso. Lo he visto en muchas fotografías y descubrir que es el mismo lugar en el que acaecieron los macabros hechos que narra Lorca en "Bodas de sangre" me anima más todavía. Y lo cierto es que este sí que no defrauda para nada. estoy solo, en el paisaje que describe Leone, contemplando una ruina cargadísima de historias atractivas para mí. Cambio este tipo de turismo por el de los grandes y empachosos museos.


                                                                                                     
Camino de ripio en dirección al cortijo.

Soberbio y fotogénico lugar.


Morena se pregunta, qué llevó a aquel gitano a cometer aquel crimen tan horrendo







Martes

He tenido una noche regulera. Me despierto a las 4 y me vuelvo a dormir al filo de las 6,escuchando la radio. Por tanto, no madrugo. Desayuno en el bar del restaurante. El Hotel Alba, me cuentan, se ha convertido en el mayor impulsor de que este pueblo, antaño anclado en el neolítico, se tematice en torno a la trilogía. El restaurante está lleno de alusiones por las paredes, con fotos de los rodajes en la que se ve a la gente del pueblo. Los que tienen más de 60 se acuerdan perfectamente. Uno de ellos me contaba por la mañana que Sergio Leone tomaba vinitos con los del pueblo, muy afable. Lo quieren mucho, por tanto. Los locos del género han sufragado reconstrucciones y han involucrado a las administraciones para su conservación. Pero, por lo menos en estos días de Marzo que estoy pasando, apenas habitado por 200 almas, apenas aparecen turistas. Y eso que el lugar guarda las condiciones perfectas para pasar unos días de desconexión y retraimiento. De turismo rural, en definitiva.

Tras el sobrio desayuno de café y tostada, tomo la moto otra vez para acercarme al cortijo del Campillo de doña Francisca, otro punto de rodaje del "Bueno, el feo y el Malo". Ayer pasé por aquí porque me olía que podía ser, pero no encontré el punto que buscaba, estaba detrás de unas casas habitadas. Nuevamente estoy solo, y tan complacido. La banda sonora resuena en mi cabeza. Es difícil sustraerse al encanto de esa música tan pegadiza. Y además, el ir en moto tiene un punto vaquero. Llego con mi montura negra, despacio. A propósito de esto, de poco me hostio al pisar una bolsa de grava que, por estar tan distraído con el entorno, no he visto y no me ha tirado al suelo de milagro. El lugar es embelesador. La primavera nuevamente manifiesta sus ganas de eclosionar, si no lo está haciendo ya. No obstante, sobre las 11 y media el sol empieza a picar. Esto es Almería, no lo olvidemos un instante, por favor. Empieza a incomodar y voy al Saloon a tomar una birra tras dejar a morena en el abrevadero, jaja.

Alrededores del Cortijo del cortijo de Doña Francisca.

Cortijo



Por la tarde me enfundo la ropa de deporte y me lanzo a andar los casi seis kilómetros que he registrado con la moto entre la ida y la vuelta al cortijo. La atmósfera es aterciopelada y la temperatura, ahora si, perfecta. Bendito Lugar.





Forajido

El perrito pastor se quedó ahí, posando.



jueves, 2 de marzo de 2017

Preparativos

De nuevo en marcha. Estas bitácoras no sustituyen las libretas de anotaciones, que todavía porto en mis viajes, pero constituyen un buen aliciente para plasmar todo lo que acontezca en el trayecto que, una vez más, estoy a punto de emprender. Tal vez sea cierto aquello de que viaje que no se registre no existirá y, en cualquier caso, nuestra memoria se encargará de modificar y tergiversar a su albedrío con el tiempo. Así que he aprendido que llevar registro escrito y gráfico de estos viajecillos, como tal vez debería de llamarlos, ayudan a su mera existencia.
Estoy planificando, de un modo ambicioso quizás, dar la vuelta a la península, y digo península porque Portugal pudiera ser destino. Algunos viajeros ponen su miras cuanto más lejos mejor, como si no tuviéramos un complejo universo humano que descubrir en la piel de toro. Yo he sido uno de ellos. Y tal vez por eso, o porque los días libres que me brinda mi trabajo no me permite ir más allá ( que también ) estoy resuelto a navegar por las míticas tierras españolas. Tan ricas, tan pluri-de-todo. Estoy siguiendo estos días a Iban Yarza, un divulgador de las bondades del pan, que está recorriendo todo el territorio nacional con el objetivo de sacar un libro que descubra todo el caudal de conocimiento harinero que atesora un terreno que, no en vano, fue el granero de la mismísima Roma. Pues bien, me está dando una hermosa lección. Él, que busca un tipo de conocimiento muy específico, se halla desbordado por la multitud de ejemplos con las que se va topando. Al punto que creo que ese proyecto le va a dar para una enciclopedia. O varios viajes más...
Soy defensor de configurar un viaje con objetivos previstos de antemano y dejar otro tanto por ciento igual al descubrimiento de lo que se te ofrezca. Aborrezco estos viajes planeados al dedillo, donde tienes en agenda dónde y a qué hora vas a mear. No señores. Tengan inquietudes. Evoquen lugares donde siempre quisieron ir, fuera de circuitos de rebaños. Persigan un concepto, una idea, una ilusión. Monté un viaje a Cádiz en busca de una estatua recién inaugurada de Blas de Lezo, un militar glorioso y desconocido. Seguí la derrota que había establecido Miquel Silvestre, en busca de la huella que un superviviente de la Armada Invencible había dejado en Irlanda. Busqué ( y encontré ) el escenario bélico donde la 101 aerotransportada se enfrentó a la devastadora artillería alemana en la batalla de las Ardenas. Amen de visitas a memoriales, museos o exposiciones temporales. Recalé por dos veces en las playas de Normandía para constatar lo musealizado que se encuentra cada palmo de ese lugar, bravo por los franceses. He respirado el aire campestre de Provenza y Toscana. Y, como no, también las he pasado putas con un frío que dolía en los dedos de las manos o transitando con una moto gripada bajo una lluvia intensa. Sin chubasqueros. Todo ello cala el espíritu, como lluvia fina. Como mi doble viaje al monasterio de Silos, donde he encontrado Paz y amigos.
Pues bien, una más. Esta vez muy peninsular. Ya iré desvelando qué lugares vengo proyectando. De momento, que empiece el juego.