jueves, 2 de marzo de 2017

Preparativos

De nuevo en marcha. Estas bitácoras no sustituyen las libretas de anotaciones, que todavía porto en mis viajes, pero constituyen un buen aliciente para plasmar todo lo que acontezca en el trayecto que, una vez más, estoy a punto de emprender. Tal vez sea cierto aquello de que viaje que no se registre no existirá y, en cualquier caso, nuestra memoria se encargará de modificar y tergiversar a su albedrío con el tiempo. Así que he aprendido que llevar registro escrito y gráfico de estos viajecillos, como tal vez debería de llamarlos, ayudan a su mera existencia.
Estoy planificando, de un modo ambicioso quizás, dar la vuelta a la península, y digo península porque Portugal pudiera ser destino. Algunos viajeros ponen su miras cuanto más lejos mejor, como si no tuviéramos un complejo universo humano que descubrir en la piel de toro. Yo he sido uno de ellos. Y tal vez por eso, o porque los días libres que me brinda mi trabajo no me permite ir más allá ( que también ) estoy resuelto a navegar por las míticas tierras españolas. Tan ricas, tan pluri-de-todo. Estoy siguiendo estos días a Iban Yarza, un divulgador de las bondades del pan, que está recorriendo todo el territorio nacional con el objetivo de sacar un libro que descubra todo el caudal de conocimiento harinero que atesora un terreno que, no en vano, fue el granero de la mismísima Roma. Pues bien, me está dando una hermosa lección. Él, que busca un tipo de conocimiento muy específico, se halla desbordado por la multitud de ejemplos con las que se va topando. Al punto que creo que ese proyecto le va a dar para una enciclopedia. O varios viajes más...
Soy defensor de configurar un viaje con objetivos previstos de antemano y dejar otro tanto por ciento igual al descubrimiento de lo que se te ofrezca. Aborrezco estos viajes planeados al dedillo, donde tienes en agenda dónde y a qué hora vas a mear. No señores. Tengan inquietudes. Evoquen lugares donde siempre quisieron ir, fuera de circuitos de rebaños. Persigan un concepto, una idea, una ilusión. Monté un viaje a Cádiz en busca de una estatua recién inaugurada de Blas de Lezo, un militar glorioso y desconocido. Seguí la derrota que había establecido Miquel Silvestre, en busca de la huella que un superviviente de la Armada Invencible había dejado en Irlanda. Busqué ( y encontré ) el escenario bélico donde la 101 aerotransportada se enfrentó a la devastadora artillería alemana en la batalla de las Ardenas. Amen de visitas a memoriales, museos o exposiciones temporales. Recalé por dos veces en las playas de Normandía para constatar lo musealizado que se encuentra cada palmo de ese lugar, bravo por los franceses. He respirado el aire campestre de Provenza y Toscana. Y, como no, también las he pasado putas con un frío que dolía en los dedos de las manos o transitando con una moto gripada bajo una lluvia intensa. Sin chubasqueros. Todo ello cala el espíritu, como lluvia fina. Como mi doble viaje al monasterio de Silos, donde he encontrado Paz y amigos.
Pues bien, una más. Esta vez muy peninsular. Ya iré desvelando qué lugares vengo proyectando. De momento, que empiece el juego.


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